Habitación

-Oohh, entiendo... me paso algo por el estilo, pero creo que es mi vocación ser chef.- reí ligeramente. -Porque nunca me cansó de hacerlo, me resulta entretenido.-

-Gracias... es que me esmero más de la cuenta cuando te estoy cocinando a ti.- le sonreí y esta vez fue mi turno de guiñarle el ojo para después acariciar su mejilla con mis dedos.

La mire con sorpresa, dejando caer mi mano de golpe. -Yo soy dulce siempre! Mencioname alguna vez en la que no haya sido dulce contigo!- mientras esperaba su respuesta, mi mente empezo a trabajar, queriendo recordar alguna de esas situaciones.

Baje la cabeza, apenado. -Es que... sólo quiero estar contigo, sabes? Y yo se que no siempre se puede, pero es que las ganas que me dan por eso, son más fuertes que mi lógica y por eso me pongo de pesado.- la mire, sonriendo tímidamente.

Nota mental: Controlar la pesadez. Apoye mis manos en su cintura cuando se puso de pie y cerré los ojos cuando me besó, manteniéndolos así por un momento, a pesar de que ya se había separado. -Es que soy más lindo que cargoso, no?- la mire con inocencia.

-Mentira!, no soy tan cargoso!- aunque ya empezaba a pensar que si lo era... me moví para poder jalarla y hacer que se sentará en mis piernas. -Soy algo, eso lo acepto, pero luego todo queda olvidado de lo lindo que soy.- dije haciéndole ojitos.

Estaba sonriendo cuando me besó, por lo que deje de hacerlo para entregarme a su beso por completo. -Soy tú cargoso... así suena más bonito y no me quejo de que me digas cargoso.- la abracé con fuerza, buscando de nueva cuenta sus labios, y tomándome todo el tiempo del mundo para besarla.

-Mmm... veamos, no podemos salir, así que muchas cosas quedan descartadas.- reí suavemente y apoye mi cabeza en su hombro. -Pero puedo darte tu regalo justo ahora mientras pienso en algo que hacer aquí en tu departamento y que no conlleve gemidos y jadeos.- la mire coqueto y luego la besé.

Asentí, sonriendo. De hecho había dejado de gastar mi dinero a lo tonto para poder comprarle aquello. -Dejáme ir por el.- cuando se puso de pie, yo casi corrí hasta la sala para ir por mi mochila y al regresar, rebuscaba dentro de ella hasta que di con la caja que buscaba. Deje caer la mochila en una esquina para que no estorbará y volví a sentarme, tomando su mano para que volviera a sentarse en mis piernas mientras yo dejaba la caja en la mesa y la miraba.

La mire a ella y luego a la caja para que se animará y la abriera, puesto que no iba a quitarle emoción al momento, pero al ver que no lo hacía, suspire profundamente y tome la caja para abrirla lentamente, hasta que quedo a la vista una cadenita de oro con un dije con su nombre y un diamantito en forma de corazón justo en la i.

Hice un gesto de que eso era lo de menos. -Da igual si me salió caro o no... tú expresión no tiene precio y es mi mayor regalo.- mire el dije por un momento y luego a ella. -El dinero es lo de menos cuando se trata de algo que quiero regalarte, Angie.- pase una mano por su cabello, apartándolo, ya que no me dejaba ver su rostro plenamente.

Le quité la cadenita con suavidad y aparte su cabello de la misma manera para ponersela y al terminar, besé su cuello con ternura. -Listo.- acómode el dije en su pecho y lo mire para después mirarla a ella con una gran sonrisa. -¿Te gusto mucho mucho?- es que yo había enloquecido en el momento de elegir algo para ella, puesto que me habían gustado muchas cosas.

-Eso es perfecto, me gusta mucho cuando te sorprendo.- la tome por la barbilla para acercarla a mí, rozando sus labios con los míos. -Te amo Angie, no lo olvides.- dije en un susurro, besándola después.